Texto: Alberto Martín, Fotografía: Jesús de Miguel – 9 jul 2024 11:11 CET
Sara García Alonso (León, 1989) sueña con poder realizar en el espacio, a poder ser en primera persona, las investigaciones que sirvan para desarrollar nuevos fármacos para tratar el cáncer de pulmón y páncreas. Esa es la línea de investigación en la que trabaja como bióloga molecular en el Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas (CNIO), convencida de que las condiciones de microgravedad en las que se investiga en la Estación Espacial Internacional permitirían estudiar de manera mucho más efectiva las vulnerabilidades de los tumores. Lo de ser ella misma la persona que viajara al espacio para llevar a cabo estas investigaciones tampoco es algo imposible. Sara es una de las 17 personas elegidas por la Agencia Espacial Europea (ESA) en 2022, entre más de 22.000 candidaturas, en su proceso de selección de astronautas, quedando finalmente encuadrada entre los astronautas en la reserva.
El sueño de Sara es el perfecto ejemplo de lo que es en la actualidad la carrera espacial, muy lejos de aquellos años 60 del pasado siglo, cuando todo se centraba en saber quién llegaba antes al espacio sin importar prácticamente nada para qué. Francisco Marín y Jesús Gallego, los responsables del Clúster en Tecnologías del Espacio de la Comunidad de Madrid, van a dirigir esta semana en los Cursos de Verano de la UCM en San Lorenzo del Escorial un curso sobre el estado actual de la cuestión en este campo, pero antes, a modo de calentamiento, han invitado a Sara García Alonso a participar junto a ellos en una sesión abierta a todos los públicos, titulada “Hacia el espacio y más allá”. Se trata, explica Francisco Marín, de que logremos “haceros sentir orgullosos”.
Cuenta Sara García Alonso que lo primero que le sorprendió cuando comenzó a conocer todo lo que se mueve alrededor de la actividad espacial, es lo presente que está en nuestro día a día. Desde la tecnología que utilizan los teléfonos móviles, hasta los tejidos con los que se hace cada vez más ropa, hasta los componentes de los aspiradores, por citar unos pocos ejemplos, parten de investigaciones realizadas en el espacio. También, como explicó Jesús Gallego, son muchos los beneficios que produce la observación desde el espacio de la propia Tierra, como por ejemplo el control de la contaminación lumínica, que en diversos estudios incluso se ha relacionado con el aumento de determinados tipos de cáncer.
Y todo esto cada vez va a más. Como destaca Francisco Marín, el espacio se está convirtiendo en una “industria de la fabricación”. Allí la materia adquiere unas características especiales que en la Tierra no se pueden replicar y que permiten que se estén desarrollando desde nuevos materiales hasta, por ejemplo, nuevas moléculas, que están abriendo un campo de aplicaciones médicas que puede ser revolucionario.
Como cuantifica Sara García Alonso, en el espacio se invierte el equivalente a una entrada de cine al año por persona, y su retorno es de entre 5 y 7 euros por cada euro invertido. En Europa se invierte menos que en Estados Unidos, pero como, explica Francisco Marín, en las últimas décadas, también en España, la inversión es continuada y obedece a un plan que, por el momento, se ha mantenido indemne a los vaivenes políticos. Y eso se nota. En el caso de España, como destaca también la propia Sara García Alonso, la evolución del sector ha sido espectacular, siendo el nuestro el único país europeo capaz de completar “el ciclo completo de un satélite”, es decir de construirlo y de lanzarlo, lo que muy pronto hará por vez primera con el vehículo de lanzamiento Miura5. Los siguientes retos son, según señaló García Alonso, volver a tener un astronauta en el espacio, no lo hay desde 2003, lo que quizá consiga su pronto su compañero Pablo Álvarez, y que se lleven a cabo investigaciones propuestas por alguno de los muchos centros de investigación y universidades que trabajan en ello.
Por supuesto, Sara García Alonso también habló de su experiencia como candidata a astronauta. Confiesa que lo más duro fue “no perder los nervios” bajo toda aquella presión. Fueron largos meses preparándose para algo que no sabía apenas en qué consistía, ni cómo se iba a evaluar, sin ni siquiera saber cuáles eran las preguntas y mucho menos las respuestas correctas. El hecho de ser la primera mujer española elegida entre los finalistas de un proceso de selección de astronautas ha dado a Sara un relieve especial en nuestro país, convirtiéndose en referente de miles de niñas que sueñan con seguir sus pasos. El consejo que las da es no ponerse trabas ni limitaciones. “No seas tú la que se ponga piedras en la mochila: inténtalo”. Ella, asegura, que nunca se ha permitido “que el hecho de ser mujer me limite”. Recuerda que en el proceso de selección de las 22.000 candidaturas, alrededor del 25% eran mujeres. Tras el proceso ciego que se siguió en la selección, en los que cada candidato solo era identificado con un número, el 50 por ciento de los finalistas fueron mujeres.