por Jaime Fernández (fotografía: Jesús de Miguel)
“El aburrimiento es un estado de malestar que sentimos cuando nos encontramos inmersos en una situación que no nos estimula adecuadamente”. Así define el aburrimiento la profesora del Departamento de Filosofía y Sociedad de la UCM, Josefa Ros Velasco. La mera definición ya deja ver claramente que es algo a evitar y que no tiene nada que ver con descansar y que está muy lejos de ser una fuente de creatividad, como se suele pensar. La filósofa ha impartido una conferencia sobre el tema en el que es experta en el curso de verano de la Complutense “El español en la globalización, un valor multiplicado”.
Asegura Josefa Ros que el español es el único idioma que considera el aburrimiento como algo positivo, como sinónimo de descanso, y así lo entendemos en España, en Iberoamérica y ahora, por extensión, comienza a entenderse así también en Estados Unidos.
Desde un punto de vista filológico, ha explicado la filósofa que en inglés aburrimiento es boredom, “que se podría traducir como perforación de un sólido, lo que tendría relación con ese dolor que produce”; en alemán es langweile, es decir, “que el tiempo se hace larguísimo”, y en francés es ennui, que tiene que ver con algo que “acaba consumiendo la existencia, es una situación que se detesta”.
Ros Velasco ha comenzado su conferencia leyendo un tuit en el que una madre aboga por que sus hijos se aburran este verano, “cuando realmente lo que quiere decir es que se despeguen de las pantallas y hagan otras actividades”. La filósofa reconoce que es inevitable aburrirse, pero “no tiene sentido provocar el aburrimiento a otros, y no existe ningún adulto capaz de provocarse el aburrimiento, a no ser que sea un masoquista o un estúpido”. Señala además que el aburrimiento es una fuerza motriz, pero no lleva a la creatividad, sino que hay un peso muy importante de cómo se ha construido ese catálogo de opciones.
Asegura la conferenciante que el aburrimiento es algo muy complejo y subjetivo, diferente no sólo entre personas, sino en uno mismo e incluso a diferentes horas del día. “Nos aburrimos cuando hacemos cosas por obligación o cuando no hacemos nada también por obligación”, apostilla Ros Velasco, y para no aburrirse hay que crear un catálogo de actividades que nos guste realizar. De acuerdo con ella, “la responsabilidad de que los niños organicen su catálogo más allá de la pantalla es del adulto que les educa”.
La filósofa lleva años trabajando en residencias de personas mayores, donde el aburrimiento se convierte en algo patológico, porque muchas veces dichas personas se ven incapacitadas para acceder a ese catálogo de experiencias que les divierten. Algunas veces por un motivo de salud y otras porque los centros donde están alojados no les permiten realizarlas.
La recomendación final de su charla ha sido: “No hay que aburrirse este verano, hay que aprovechar el tiempo como nos pida el cuerpo”.