Los Cursos vuelven al Museo del Prado para «pensar con las manos»

Texto: Alberto Martín, Fotografía: Jesús de Miguel – 6 jul 2022 10:31 CET

 

Cerca de un centenar de personas se han matriculado en este curso que, como señaló su propio director, coge la primera parte de su título de la célebre frase con la que el poeta francés Denis de Rougemont definió lo que para él era la pintura: pensar con las manos. La segunda parte del título alude a toda esa parte de la creación de una obra, que durante muchos años ha estado incluso desprestigiada, como es el conocimiento de los materiales que se utilizan, desde los soportes hasta las propias pinturas y colores. Como señaló el director del Museo de Prado, Miguel Zalomir, hay un interés creciente por el conocimiento de las diferentes fases del proceso creativo y, de hecho, es una línea en la que la museografía tiene que avanzar en los próximos años.

 

Alberto Pancorbo, historiador del arte y responsable de actividades académicas de la Fundación Amigos del Prado, explicó en la conferencia que sirvió de punto de partida de las jornadas -titulada “La materia encantada”, expresión tomada del poeta Charles de Baudelaire- que fue a partir del Renacimiento cuando los pintores buscaron alejarse de la consideración que hasta entonces tenían de artesanos, de personas que desarrollaban un oficio, que hacían cosas, a otra más “noble”, que implicaba más “ideación” y menos manipulación. Ese cambio de estatus provocó que los artistas se alejaran de los “procesos”; otros eran los que les preparaban las telas y lienzos, las pinturas, los pinceles… Como afirma Pancorbo, esto se traduce en que obras mucho más antiguas están mejor conservadas que otras más modernas. Un claro ejemplo es La última cena, de Leonardo, que se ha ido destruyendo por no haber tenido el artista en cuenta los materiales con los que estaba trabajando.

 

El director del curso fue exponiendo en su lección inaugural cómo el arte en realidad no es otra cosa que la transformación de materiales comunes en  materiales únicos. Un trozo de papel sin valor alguno tras pasar por las manos de Rafael plasmar en él con tiza negra el rostro de un hombre –Cabeza de un joven apóstol, se tituló la obra- se convirtió en una pieza única por la que en 2012 se pagaron 36,6 millones de dólares. El artista, afirmó Pancorbo, “con su trabajo consigue encantar la materia y convertirla en objetos especiales con los que se podría encantar el mundo. Eso es la obra de arte”.

 

El curso, por tanto, está abordando cómo los artistas interactúan con los materiales, cómo piensan con las manos durante ese proceso o cómo a lo largo de la historia ha ido buscando y descubriendo nuevos materiales, ya fueran soportes o colores, con los que trabajar. También cómo ahora los museos se enfrentan a la conservación de las obras dependiendo de los materiales con las que fueron realizando. Es, en palabras de la vicerrectora Isabel García, una ocasión única para mirar dentro de las obras, para conocer lo que hay en ellas. Una oportunidad, como señaló el presidente de la Fundación Amigos del Prado, Carlos Zurita, de acercarse a las obras de arte de otra manera, de poner el foco donde pocas veces se pone. Una ocasión, concluyó el director del Museo del Prado, Miguel Zalomir, para avanzar hacia una nueva dirección en la museografía.