La pequeña gran historia de Maixabel Lasa

Texto: Jaime Fernández, Fotografía: Jesús de Miguel

De manera modesta, y casi quitándole peso a su experiencia vital, Maixabel Lasa se dirige a los matriculados en el curso “Los procesos de paz y reconciliación y la reparación de las víctimas: ¿Objetivos irreconciliables?” para contarles su “pequeñita” historia. Una realidad que se desvela mucho menos pequeña cuando se escucha que en esa historia participan terroristas, un marido asesinado, años de trabajo en el Gobierno Vascoreconciliación y defensa de todas las víctimas, provengan de donde provengan.

 

La historia de Maixabel Lasa, que ha quedado plasmada en una gran película de Icíar Bollaín, comienza, de acuerdo con sus palabras, en julio de 2000, cuando la banda terrorista ETA decide matar a su marido, Juan Mari (Juan María Jáuregui), que había sido gobernador civil.

 

Es cierto, que antes de eso, Lasa y su marido ya habían estado en la lucha política, desde los tiempos de la dictadura franquista, perteneciendo al Partido Comunista y Jáuregui incluso formó parte de los orígenes de ETA. Pero, de todos modos, aquellos dos balazos que acabaron con su vida en una cafetería del País Vasco, fueron los que dieron comienzo a la pequeña gran historia de Maixabel Lasa.

 

Ella misma recuerda que un año después recibió una llamada del lehendakari para proponerle la Dirección de Víctimas del Gobierno Vasco, lo que aceptó  tras la aprobación de su familia. Aquel puesto, que ocupó  hasta 2012, comenzó con una tareaconocer a las víctimas personalmente para saber de ellas. Asegura Lasa que “hasta 2001 las víctimas no existían, así que aquello fue una sorpresa para muchos, pero también hubo muchos reproches por llegar tan tarde”.

 

Cuenta la conferenciante que pronto se dieron cuenta de que había que incluir a las víctimas de otros muchos terrorismos, como los del GAL o los del terrorismo de extrema derecha, tipo el Batallón Vasco Español.

 

A partir de 2007, desde el gobierno vasco promovieron encuentros entre diferentes víctimas, en grupos de cinco en cinco, en la localidad de Glencree, de Irlanda del Norte. Esos encuentros se repitieron en años sucesivos y además incluyendo también a personas que hubieran sufrido violaciones de derechos humanos y a aquellos que todavía tenían que llevar escolta.

 

Nació  también por aquel entonces lo que se conoció como Vida Educativa, en el que víctimas iban a las escuelas para explicar lo ocurrido y para deslegitimar el uso de la violencia, para que no volviese a ocurrir de nuevo. Informa Lasa de que este programa se mantiene a día de hoy aunque ha cambiado de nombre.

 

Mientras estaba involucrada en todos esos proyectos llegó a la Dirección de Víctimas una carta de Luis Carrasco, uno de los tres miembros del comando Buruntza, que había asesinado a Jáuregui. En aquella carta, Carrasco solicitaba la reunión con víctimas para pedirlas perdón.

 

Surgió  así el importante papel de mediadora, que recayó  en Esther Pascual, que fue la que preparó tanto a victimarios como a víctimas para hacer que esos encuentros fuesen factibles. Un trabajo que fue mucho más arduo con los terroristas, en lo que llevó  hasta 14 entrevistas intensivas con cada uno de los cinco que quisieron participar en estos encuentros restaurativos.

 

Lasa relata que cuando se reunió  con Carrasco en la cárcel de Nanclares de la Oca se dio la circunstancia de que ella misma tenía que llevar todavía escolta, así que parecía al menos paradójico que fuera con unos guardias civiles a visitar a un ex etarra que además había participado en la muerte de su marido y que era la persona que más daño le había hecho en toda su vida.

 

Para Lasa ese encuentro, y otros posteriores que tuvo con Ibon Etxezarreta, otro de los miembros del comando, le permitieron hacer preguntas que no pudo plantear durante el juicio en la Audiencia Nacional, más que nada porque en aquel momento ni siquiera llegó a conocer a los asesinos de su marido. Según la política, frente a ella, los victimarios, eran personas que no tenían ningún tipo de autoestima, que estaban realmente arrepentidos de lo que habían hecho, que habían matado sin saber a quién mataban y que ahora se habían atrevido a alejarse de ETA, con lo que eso suponía de perder el apoyo social, tanto para ellos como para su familia.

 

La llegada de Mariano Rajoy a la Moncloa acabó con aquellos encuentros entre víctimas y victimarios, pero los encuentros han continuado de manera informal, alejados del apoyo institucional. Maixabel ha tenido muchas más reuniones con Etxezarreta, quien incluso ha ido a participar en el homenaje que se realiza de manera anual a Jáuregui.

 

Reconoce Lasa que entre víctima y victimario surge un vínculo que se mantiene en el tiempo y que sólo se puede romper con la muerte de uno de los dos, pero sea como sea ella cree que “todo el mundo se merece una segunda oportunidad”, por muy execrable que haya sido su crimen, y considera además que “todos los conflictos se pueden arreglar, siempre que haya diálogo”.

 

Unas opiniones que muchos no compartirán y que para otros muchos serán difíciles de aceptar, pero como afirma Arturo Ventura Püschel, profesor de Derecho Penal de la UCM, “Maixabel Lasa es un ariete que nos confronta a todos”.