La filóloga Teresa Jiménez Calvente retrata a Antonio de Nebrija en el quinto centenario de su fallecimiento

La catedrática de Filología Latina de la Universidad de Alcalá de Henares, Teresa Jiménez Calvente, ha ensalzado la figura de Antonio de Nebrija en una conferencia extraordinaria que ha impartido en la Casa de la Cultura de San Lorenzo de El Escorial. La filóloga, apasionada de la figura y la obra del autor de la primera gramática en una lengua europea moderna en 1492, ha subrayado que Nebrija fue “el primer humanista” español, gracias a que viajó a estudiar a Bolonia muy bien formado previamente en la Universidad de Salamanca, y que su mayor orgullo fue el de “ser útil a su patria”.

Jiménez Calvente, primera docente española que cuenta en su haber, entre otros muchos galardones, con el Premio Rudolf Meimberg de la Akademie der Wissenschaften und Literatur de Maguncia, por su trayectoria como filóloga e investigadora, ha señalado que para indagar en la trayectoria de Nebrija se debe acudir principalmente a dos clases de fuentes: los documentos personales y su autobiografía. “Tenemos un montón de documentos y contratos, los que hacía con las imprentas o con las casas que tenía en alquiler”, ha apuntado la profesora, quien también ha destacado del escritor el hecho de haber sido el primer español en reclamar los derechos de autor para sus obras, dos siglos antes de que se estableciera el copyright anglosajón.

En cuanto a los escritos donde el propio erudito habla de su vida y de su obra, Jiménez Calvente ha dicho que se trata de una buena base para la investigación, pero que Nebrija “es muy consciente de su valía; es un hombre muy pagado de sí mismo y, uno, cuando habla de sí mismo, habla bien, por eso hay que tener cuidado” con la objetividad.

De entre los documentos a los que se puede acudir para investigar sobre Antonio de Nebrija, la catedrática de la Universidad de Alcalá de Henares ha destacado los prólogos y contenidos de sus diccionarios español-latino y latino español, donde puede encontrarse múltiple y diversa información sobre los trabajos y la vida académica y cotidiana de la época, además de su uso indispensable en la tarea académica. “En el siglo XV el latín se hablaba en la universidad, los alumnos que pasaban por sus aulas tenían que saber latín y necesitaban los diccionarios”, que no podían ser muy voluminosos principalmente para que fueran manejables y poder llevarlos con facilidad de un sitio a otro, y porque tampoco podían ser muy caros y vender así más ejemplares.

En este sentido, Teresa Jiménez Calvente ha señalado que cuando Antonio de Nebrija llegó a Bolonia para estudiar Teología, se dio cuenta de que los universitarios en España tenían muy buena formación, pero no hablaban bien el latín. Nebrija se alió entonces con las tesis de los primeros humanistas del Quattrocento, quienes pensaban que se debían introducir en los planes de estudio de la época nuevas materias como una gramática que les pusiera en contacto con los primeros escritores en latín, así como con otras disciplinas como la poesía de los poetas clásicos, la historia, la filosofía moral o la retórica, “la de Cicerón o la de Aristóteles, darle a los estudiantes la posibilidad de crear un discurso que conmueva y que deleite al público”, ha señalado la filóloga.

Además, Jiménez Calvente ha querido resaltar “el compromiso” que el lingüista tenía con su país y con los Reyes Católicos, porque consideraba que “desde Salamanca podía hacer una labor fundamental para España con su gramática y sus estudios, y multiplicar todo esto gracias a la imprenta”.

Asimismo, la catedrática ha subrayado en esta misma línea que en sus escritos, Nebrija se mostraba orgulloso de “haber sido útil a su patria”, y de que estaba haciendo un servicio para su país del mismo modo que un militar, un jurista o un eclesiástico. “Si le hubiera movido el dinero, se habría dedicado al Derecho o a la Medicina, pero lo que a él le importa es ser útil a su patria”, ha subrayado.