Texto: Alberto Martín, Fotografía: Aida Cordero Tribuna Complutense https://tribuna.ucm.es/
El arzobispo de Madrid, Carlos Osoro, ha solicitado al Gobierno español la creación de corredores humanitarios internacionales que permitan la llegada a nuestro país de los inmigrantes más vulnerables. De acuerdo con Osoro, Europa, “con España a la cabeza”, debe convertirse en un lugar de acogida para los desplazados, igual que México, por ejemplo, lo fue para muchos españoles tras la guerra civil y otros países europeos para quienes se fueron en busca de trabajo las décadas posteriores. El cardenal arzobispo ha hecho estas consideraciones en la clausura del curso “La iglesia en un mundo en cambio”, que se ha celebrado el lunes y martes dentro de la programación estival complutense en San Lorenzo de El Escorial.
Osoro ha dedicado su intervención al “humanismo cristiano ante la movilidad humana en la época de la globalización”. De acuerdo con el cardenal, la humanidad está atravesando una “colosal crisis humanitaria”, que está teniendo una respuesta en los países europeos que “nos afea”. Para el arzobispo de Madrid, Europa está instalada en una “burbuja de miedo” ante la inmigración, en lugar de ver que “los que vienen de fuera son un tesoro, sangre nueva para la vieja Europa, portadores de la riqueza de la diversidad”. Osoro considera que la Iglesia Católica puede contribuir desde la “cultura del encuentro” que difunde el Papa Francisco a lograr la creación de “una sola familia humana de ciudadanía cosmopolita”.
El cardenal considera que en la tradición cristiana hay suficientes elementos que seguir para lograr la “gestión pacífica de la diversidad”, lo que a su juicio es el gran desafío del siglo XXI. Así, en textos del antiguo testamento ya se pueden encontrar referencias a la necesidad de no maltratar e incluso amar al extranjero o a la obligación de brindarles hospitalidad. Recordó también que son derechos fundamentales de todas las personas su potestad a no tener que desplazarse de su tierra por motivos religiosos, políticos o económicos, pero también su derecho a emigrar o a desplazarse cuando lo consideren. Todos los países deben cooperar para que estos derechos se respeten y a cumplir cuando sea preciso con su deber de hospitalidad.
El arzobispo cerró su intervención compartiendo algunos de sus “sueños”, entre los que -junto a los ya referidos dirigidos al Gobierno español para que cree corredores humanitarios con los países de su entorno y a que se convierta en lugar de acogida- incluyó la necesidad de que todos los países de la Unión Europea ratifiquen la Convención Internacional de Derechos de todos los trabajadores migratorios y de sus familiares, de 1990. Como último sueño señaló la desaparición de las “practicas aberrantes” de la trata y tráfico de personas, y su consideración de “crímenes contra la humanidad”. “Son solo sueños y tengo muchos más, porque no hay que olvidar que los sueños son la antesala obligada de aquello que al final se termina por conseguir” concluyó el arzobispo de Madrid, no sin antes recordar las cuatro acciones con las que el Papa Francisco propone tratar la inmigración: “acoger, proteger, promover e integrar”.