Alicia Puleo, filósofa: “En el futuro cercano harán falta nuevas identidades que no estén ligadas al consumismo como única forma de pretender ser feliz”

Texto: Jaime Fernández, Fotografía: J.F.  TRIBUNA COMPLUTENSE

En un curso como el organizado por el Instituto de Investigaciones Feministas (Instifem) los días 18 y 19 de julio en San Lorenzo de El Escorial, titulado “Nuevas identidades. Nomadismo sin fronteras y ecofeminismo en acción” no podía faltar Alicia Puleo. Catedrática de Filosofía Moral y Política de la Universidad de Valladolid, es una de las mayores expertas en el tema, al que le ha dedicado libros como “Claves ecofeministas”, “Ecofeminismo para otro mundo posible” y, en cierta manera, “Ecología y género en diálogo interdisciplinar”.

Empecemos con lo más fácil, o lo más difícil, según se mire. ¿Cómo definiría de manera sencilla el ecofeminismo?

Es el encuentro entre el feminismo, el ecologismo y, en algunos casos, también el animalismo. Es una alternativa a la globalización neoliberal que estamos viviendo y al androantropocentrismo patriarcal que hemos heredado.

¿Qué es ese androantropocentrismo?

Es el sesgo de nuestra visión del mundo según el cual sólo el ser humano importa y lo demás no tiene valor, todo es instrumento para el ser humano. Es, además, la visión que privilegia aquello que históricamente se ha considerado masculino. Superar esos dos sesgos que están vinculados implica una visión diferente, nuevas identidades que dejen atrás los estereotipos que en muchos casos son negativos para la naturaleza.

¿El ecofeminismo nació, de alguna manera, con el icónico libro “La política sexual de la carne”, de Carol Adams?

En realidad el ecofeminismo es anterior a Carol Adams, porque empezó a mediados de los años setenta del pasado siglo, pero a ella sí la podemos considerar una filósofa ecofeminista por todo su análisis del consumo de carne vinculado a los estereotipos de género. Su trabajo es muy potente, y aunque ella no se define a sí misma como ecofeminista, sí que podríamos denominarla así. De todos modos, hay que entender que no todo ecofeminismo es animalista, también hay otras filósofas como la recientemente fallecida Karen Warren que es más ecocéntrica y tiene una visión muy diferente a la de Carol Adams.

 

Por tanto, desde su perspectiva personal, ¿no cree que todo el feminismo actual debería tener un cierto barniz ecofeminista o incluso animalista tal y como aseguran algunas autoras?

Es una pregunta complicada, pero en general pienso que no se le debe exigir al feminismo, como a veces se hace, que tenga que ser algo más que feminismo. Dicho esto, creo que el feminismo siempre ha sido capaz, en prácticamente todas las épocas, de pensar sobre los problemas de su momento histórico, y que, por lo tanto, no está nada mal que piense en el gran problema de nuestra época, que no es otro que el ecológico. De todos modos, considero que hoy en día estamos un poquito más cerca de esa convicción que hace tan solo un año, y eso a pesar de que el feminismo se ha resistido mucho al ecofeminismo por razones que son de peso y tienen su sentido, como por ejemplo la continua exhortación de algunas formas del ecofeminismo a la ética del cuidado.

 

¿Esa atención excesiva en el cuidado no es en realidad una manera de mantener el estereotipo del papel de las mujeres?

Claro, claro. Yo siempre digo: “cuidado con el cuidado”, porque si transformamos todo en un elogio del cuidado estaríamos finalmente volviendo a Rousseau, que decía que las mujeres eran las cuidadoras perfectas. Creo que debemos ayudar a desarrollar identidades humanas plenas que tengan sus capacidades de cuidado, sean hombres o mujeres, liberándonos de esos estereotipos tradicionales en los que el varón era el guerrero o el bróker, y las mujeres las que empatizaban. Por lo tanto, y volviendo a la pregunta anterior, no se le puede pedir todo al feminismo, porque no toda mujer feminista va a tener conciencia ecológica o animalista, y por eso no se puede decir que no sea feminista. Si defiende los derechos de las mujeres, pues será feminista. Hay que entender que es muy difícil abrirse a la conciencia de todo, porque cada persona tiene un pasado, viene de una familia determinada que le ha abierto los ojos a unas cosas y a otras no, así que es difícil que todo coincida. Si coincide mejor, porque cuanta más conciencia mucho mejor, pero no se puede exigir tanto. Como ya he dicho, creo que con el feminismo se es demasiado exigente, mucho más que con otros movimientos.

 

Hablando de los cuidados, cuando Peter Singer escribió su icónico libro “Liberación animal”, en él incluyó la anécdota de que al ir a cenar con una mujer, esta le preguntó al autor cuántos animales tenía y le respondió que ninguno, porque en realidad el animalismo no va de cuidados, de hecho ni siquiera hace falta que te gusten los animales.

Es cierto, pero hay que entender que esa respuesta provocadora de Peter Singer trata de desvincularse de la idea de que el animalismo es simplemente un gusto, sin ir más allá de una base ética real. Por otro lado, Singer ha sido criticado porque en esa afirmación dice que lo único ético es lo racional y no hay eticidad en lo emotivo, y yo creo que sí la hay. Las mujeres cuando son compasivas con los animales están haciendo ética, no es simplemente que les gustan los animales, sino que es un desarrollo de las emociones, y ese también es un desarrollo ético, y es algo que el racionalismo puro y duro no ha aceptado, y de ahí que la ética del cuidado haya venido a mostrar ese lado. Ese es su lado positivo, mientras no caiga en el eliminacionismo de pretender que sólo la ética del cuidado vale para todo.

 

En su libro “Claves ecofeministas” amplía el concepto de ecofeminismo para pasar al “ecofeminismo ilustrado”. ¿Incluye todos esos matices que está contando en esta entrevista?

Sí, sí, efectivamente. Una amiga me dijo que no le pusiera ese nombre, porque a la gente no le iba a gustar, porque suena un poco grandilocuente, pero en realidad es en el sentido de que conecta con el movimiento de la Ilustración, que fue el que dio lugar al feminismo, a la crítica al prejuicio, a la idea de igualdad, de libertad y de autonomía. Mi amiga me dijo que le pusiera “ecofeminismo crítico”, pero “ilustrado” está más cargado de ideas.

 

Uno de los principios básicos del ecofeminismo, del animalismo, y del feminismo en sí, es la crítica de lo tradicional, por el hecho de que la tradición no lleva implícito, per se, ningún valor ético.

Eso es evidente. Las mujeres y los animales han sufrido mucho, y siguen sufriendo, la tradición, y en ese sentido también es importante la Ilustración. Este último año ha coincidido que lo he dedicado a un librito sobre la Enciclopedia de Diderot y d’Alembert, y he estado leyendo muchísimo sobre la cuestión de la tradición y el animalismo. Y en ese sentido, el concepto de ecofeminismo ilustrado tiene mucho que decir en contra de esa tradición.

 

Movimientos como el feminismo tienen mucho respaldo en el activismo en la calle, ¿cree que la pandemia ha hecho que retroceda de alguna manera?

No te sé decir, porque también está el ciberactivismo, que ha seguido y ha aumentado. Por ejemplo, en el ecofeminismo, la Red Ecofeminista se ha ampliado, incluso a otros países, justo porque pasó el activismo al mundo on line. Yo diría que esa fue la única cara buena de la pandemia.

 

Y una de las caras buenas de la tecnología, que apunta a ese transhumanismo que no es demasiado positivo para el ser humano.

He estado escribiendo una actualización de mi libro sobre ecofeminismo y en ella he incluido mi visión actual, que desde 2019 se ha hecho más pesimista todavía sobre el transhumanismo. Lo peor de todo lo que conlleva es la mercantilización del cuerpo, los intereses económicos travestidos de salud y bienestar, y mira que yo no soy para nada antimedicamentos, y de hecho creo que la ciencia nos ha traído beneficios, siempre y cuando sea ciencia y no puros intereses comerciales. En un mundo cada vez más corrompido por esos intereses todo se vuelve muy peligroso y en el transhumanismo puede haber gente muy bien intencionada, pero una intervención tan global sobre los cuerpos es negativa, aunque ahora mismo veo que la gente no tiene una visión suficientemente crítica sobre el asunto, no cuida suficientemente sus cuerpos. La comodidad es fundamental para todos, pero veo que hay gente que me supera, como una chica que leí en una entrevista que decía que iba a ser muy cómodo que le pusieran un chip bajo la piel para no tener que sacar la tarjeta de crédito, como si eso fuera incómodo, pero que le incrusten un chip no lo fuese. Creo que eso es no querer suficientemente a tu cuerpo y dejarte abrir las puertas de un dominio total.

 

¿Como lo reflejan los libros best-sellers de Yuval Noah Harari?

Él lo está anunciando perfectamente, y parece que lo critica, pero realmente lo está vendiendo, porque es el gurú de Silicon Valley. Eso para mí es demasiado evidente. Creo que lo que nos falta es más crítica, es tradición anarquista (risas).

 

¿Esa sí sería una buena tradición para recuperar?

Pues sí. A mí me viene de mi familia materna, porque mi abuelo materno asturiano era anarquista, aunque eso no le salvaba de ser muy sexista, porque era muy proudhoniano y Proudhon era terrible con el asunto mujer. No conocí a mi abuelo, pero sí a través de mi madre, y me ha servido como un modelo para tener la antena puesta para ver en qué medida puede haber sexismo en los movimientos alternativos y progresistas, porque no se salva ninguno.

 

Se ha declarado antes pesimista con respecto al transhumanismo, ¿lo es también con respecto al futuro de nuestro planeta?

Ahí te contestaría con la cita de Gramsci, que habla del pesimismo del intelecto y el optimismo de la voluntad. Si miras, las cosas no pintan bien, porque hasta los propios ecologistas están hablando de colapsar mejor. ¿Se puede hacer algo? Sí se puede hacer. ¿Se va a hacer? Ni idea, es dudoso. A pesar de eso no se puede dejar de batallar para ello, por lo menos que no se diga que no se dijo. Los tiempos no vienen buenos y es necesario un cambio de identidades, porque los tiempos ya no van a ser los de la sobreabundancia de recursos, sino de decrecimiento involuntario. En el futuro cercano harán falta nuevas identidades que no estén ligadas al consumismo como única forma de pretender ser feliz, y que valoren cosas que tienen valor real frente a las que no lo tienen. Si uno aprende eso, será más feliz, indudablemente. En ese sentido es en el único en el que se puede ser optimista, porque en el de que se pueda detener el cambio, no parece que ya nadie lo tenga en cuenta.

Por ejemplo, ¿Cuál sería una experiencia con valor para usted?

La tranquilidad, el placer de una fuente es increíble. Yo no tengo fuentes en casa, pero sí tengo un jardín donde pongo todas las mañanas tres cuencos distintos con granos y agua para que no se peleen los pájaros. Y vienen cuervos grandes, urracas, gorrioncitos, mirlos… Van por grupos y algunos, como los cuervos, son muy temerosos de los humanos. Prestarles esa ayuda casi no cuesta nada y es mi placer de todas las mañanas, y esos placeres que son inigualables dependen de lo que cada uno valore. En mi caso, darle un sustento a otros es una forma de compasión y con ello disfruto, además los animales a veces son más agradecidos que los humanos, y lo digo por experiencia.