Texto: Alberto Martín, Fotografía: Jesús de Miguel – 13 jul 2023 18:25 CET
El ministro de Universidades, Joan Subirats, ha reflexionado sobre los problemas que, a su juicio tiene, la universidad actual y, sobre todo, los que se le pueden presentar en un futuro cercano. Entre ellos, ha mencionado que si la universidad pública quiere más inversión, necesita tener más aliados sociales y demostrar más utilidad social; también debe de dejar de formar solo a adolescentes y jóvenes y hacerlo a personas de todas las edades; además debe transmitir los conocimientos de otra manera, ya que no tiene el monopolio de la ciencia, sino que esta hoy es abierta, es ciudadana y es un bien común. El ministro ha participado en una mesa redonda del curso “Expectativas versus realidad en la universidad: vías para recuperar la ilusión”, que dirige la vicerrectora de Estudiantes de la UCM, Rosa de la Fuente, en los Cursos de Verano de la Complutense en San Lorenzo de El Escorial.
La mesa redonda -en la que también participó el vicerrector de Innovación Social de la Universidad de Granada, Esteban Romero Frías-, como explicó la vicerrectora, buscaba hacer un análisis de la universidad actual y detectar sus principales problemas. Subirats, catedrático jubilado de Ciencias y Políticas de la Administración de la Universidad Autónoma de Barcelona, estructuró su primer análisis en dar respuesta a tres preguntas: ¿qué? ¿a quién? ¿cómo? La Universidad es desde sus inicios un espacio de generación y transmisión de conocimientos. El problema es que de cara a ya mismo, pero mucho más en poco tiempo, lo que concede la universidad, los títulos, están empezando a perder peso y en su lugar se sitúa el denominado “portfolio personal”. En el “a quién”, Subirats ve un “gran problema” el que el 94% de los actuales universitarios no superen los 24 años, y más aún cuando la formación durante toda la vida se está convirtiendo en una necesidad. “Hay que pasar de una universidad para una edad a una universidad para todas las edades”, afirmó. En cuanto al “cómo”, el ministro cree necesario conjugar la generación de conocimiento con la formación en “competencias blandas” (capacidad de adaptación, de trabajo en grupo, de innovación, emprendimiento…) que demanda la sociedad.
Rosa de la Fuente introdujo una segunda variable en el debate: la tecnología. La pandemia aceleró su introducción en las universidades, hasta ese momento lenta y sujeta a ciertas resistencias. No obstante, como señaló el vicerrector de la Universidad de Granada, Esteban Romero, hoy las universidades ya han vuelto a su situación anterior a 2020 sin apenas cambiar su modelo, desperdiciando la oportunidad de abrirse a otros esquemas, como, por ejemplo, la formación híbrida. Subirats, en cambio, reivindica el valor de la presencialidad que, a su juicio, es un valor añadido al que las universidades no deben renunciar. La tecnología, por supuesto, hay que utilizarla, pero “a favor nuestro”. Lo que sí ha demostrado la evolución tecnológica de las últimas décadas es que “la universidad ya no tiene el monopolio de la ciencia”. Esta está en internet, “es abierta”; también se genera fuera de las universidades, “es ciudadana”, y el objetivo es que llegue a toda la sociedad, “es un bien común”.
En cuanto a la innovación, de acuerdo con el ministro, es elogiable el esfuerzo que están haciendo muchas universidades para abrirse a “otras formas de solucionar los problemas con medios diferentes a los habituales”. No obstante, recordó que para que algo realmente sea innovador tiene que “ir al núcleo duro de lo que se quiere innovar” y “cambiar las relaciones de poder”. A día de hoy parece que la mayor parte de la innovación “se queda en la periferia”, aunque, eso sí, son pasos hacia adelante.
Otro paso hacia adelante que debe dar la universidad es su imbricación con el tejido social. De acuerdo con el ministro de Universidades, en un reciente estudio realizado desde su Ministerio, se ha comprobado que las universidades generan entre el 2 y el 5 por ciento del PIB de sus provincias, cifras que ponen de manifiesto que “la universidad necesita más aliados sociales”. A su juicio, a la búsqueda de la calidad docente e investigadora las universidades tienen que unir la de la “utilidad social”. Está demostrado, según indicó, que tras la realización de proyectos de aprendizaje servicio o investigaciones aplicadas a resolver determinados problemas, ya sean económicos, sociales o, por ejemplo, medioambientales, los ciudadanos se muestran más proclives a que se dedique mayor proporción de sus impuestos a la educación superior. Subirats puso como ejemplo de esta vinculación entre docencia, investigación y utilidad social al Doctorado Industrial, que en la actualidad hacen en España 300 estudiantes y que a final de año, “si todo va bien”, se incrementará hasta los 1.000 estudiantes. “Hay que ir hacia dinámicas de combinación de saberes teóricos y su aplicación”, consideró.
Subirats insistió en la idea de que si las universidades “lo que más valoran son los artículos publicados por sus profesores, es difícil justificar más inversión pública”. Para el ministro –“Me quedan 15 días”, matizó al comienzo de su intervención- es necesario cambiar la forma de acreditar y evaluar al profesorado universitario. “Hay que diversificar esto o va a haber muchos problemas. A las publicaciones, hay que añadir factores como la transferencia o la capacidad docente”, concluyó.