por Alberto Martín (fotografía: Jesús de Miguel)
En unas jornadas tituladas “Nuevos debates feministas. Repensar a las mujeres: contradicciones y propuestas”, como las que se están impartiendo en los Cursos de Verano de la UCM en San Lorenzo de El Escorial, no podía faltar una sesión dedicada al que es no solo uno de los grandes temas actuales del feminismo, sino, posiblemente, de la sociedad en su conjunto: el consentimiento sexual. Rosa Cobo, profesora titular de Sociología de la Universidad de A Coruña, ha sido la encargada de desarrollarlo. El título de su conferencia era toda una declaración de intenciones: “El consentimiento sexual y sus sombras patriarcales”. Y sí -perdonen el espóiler-, en efecto, el patriarcado, pero no solo él, está aprovechando la ocasión para, según afirmó la ponente, “apropiarse de ello y reconvertirlo a sus intereses, que, por supuesto, son opuestos y divergentes a los del feminismo”.
Rosa Cobo, quien acaba de publicar el libro La función del consentimiento sexual, explica que ha sido la cuarta ola del feminismo, la que por fin lo convirtió en un movimiento de masas- la que ha puesto sobre la mesa este tema, ayudado también por la eclosión del movimiento Me Too, en 2017. Lo ha logrado situando el consentimiento como contrapunto de su “vindicación política de la lucha contra la violencia sexual”, entendiéndose como la “posibilidad -nunca la eliminación, porque esta es imposible- de poder reducir la violencia sexual”. Esta vindicación política -término acuñado por la socióloga feminista Celia Amorós, como recordó la ponente- se ha materializado en España en la “Ley del solo sí es sí”, pero también en las legislaciones de otros once países europeos y Canadá, que han sido modificadas para incluir el concepto del consentimiento.
Sin embargo, de acuerdo, con Rosa Cobo el tema del consentimiento tiene muchas más aristas de las que parece, y no solo es un asunto central en el debate feminista, ni más ni menos que desde el siglo XVIII, sino que, aprovechando su posicionamiento en el centro de la agenda política, otros movimientos como el “libertarismo sexual, el sistema patriarcal y el capitalismo neoliberal”, según enumeró Cobo, están tratando de aprovecharse, apropiándose del término y dotándolo de los matices que les interesa a cada uno de ellos. De acuerdo con la ponente, movimientos tan antagónicos como el libertarismo sexual -que surge en los años 60 del pasado siglo sacralizando el sexo como la máxima expresión de libertad, y que influye tanto al movimiento LGTB como a la teoría Queer-, o el capitalismo neoliberal -que en este tema busca la justificación de negocios como la prostitución o la pornografía- y, por supuesto, el sistema patriarcal, tienen en común la reducción del consentimiento a la muestra de una voluntad, sin tener en cuenta ni los contextos ni la posibilidad de modificación de la misma. “Con la sola voluntad se justifica la prostitución y la pornografía”, advirtió Rosa Cobo.
De acuerdo con Rosa Cobo, la postura del feminismo es, o debe ser, otra. Según explicó, desde los años 90 se han desarrollado dos líneas de reflexión sobre el consentimiento. Una, liderada por Catherine Mackinnon, se inclina por “negar la viabilidad del consentimiento sexual”, ya que no existen, ni existirán, nunca las condiciones para que este se produzca de manera libre. Para Cobo, asumir esa situación es asumir que “tres siglos de feminismo no han servido para nada”.
Hay una segunda línea en el feminismo, con la que se identifica Cobo, que reconoce la posibilidad del consentimiento sexual, pero lo relaciona con “dos claves que lo dificultan”: la igualdad y la naturalización subjetiva de la desigualdad en las mujeres. La igualdad permite a las mujeres tomar sus decisiones con libertad, pero esa igualdad aún no es real, aunque sí es cierto que las mujeres, “al menos algunas”, cada vez son más autónomas y “utilizando un término que no me gusta, pero que es muy gráfico”, están más “empoderadas”.
Rosa Cobo anima al feminismo a apostar por esta segunda vía y “aprovechar la politización del concepto consentimiento sexual para reafirmar el feminismo de vindicación y así ensanchar la libertad de las mujeres”.