Texto: Alberto Martín, Fotografía: Jesús de Miguel Tribuna Complutense https://tribuna.ucm.es/
“El CNI quiere que lo quieran. Es más, necesita que lo quieran”. Antonio Díaz Fernández, profesor titular de Derecho Penal de la Universidad de Cádiz, especializado en estudios de inteligencia, utiliza la búsqueda del amor -“como recurso pedagógico”, aclara ante la pregunta de una alumna-, para ilustrar la necesidad que tienen los servicios de inteligencia en las sociedades democráticas de contar con la legitimación social.
“En las sociedades no democráticas, los servicios de inteligencia buscan que los teman; en las democráticas que confíes en ellos”, expone el profesor Díaz, primer conferenciante de las jornadas “Los estudios de inteligencia en España. Aproximaciones académicas y profesionales”, que dirige esta semana en los Cursos de Verano, el profesor de la UCM Gustavo Díaz Matey.
Los servicios de inteligencia, como recalca Antonio Díaz Fernández, tienen para ganarse el “amor” de la ciudadanía el gran hándicap de que apenas poder mostrarse como son ni aportar grandes detalles de lo que hacen. El secreto forma parte de su ADN y solo una pequeña parte de sus encantos pueden mostrarse abiertamente. Incluso esa faceta que comparte le hace incurrir en una cierta “vulnerabilidad controlada”. Pero, como afirma el profesor de la Universidad de Cádiz, no tienen más remedio que exponerse en busca de legitimidad, reputación y aceptación. Eso sí, siempre de acuerdo a un plan establecido. Díaz explica que esa apertura a la sociedad se hace de acuerdo a unos objetivos y con unas estrategias. Por un lado, busca la complicidad, la empatía, de la sociedad para la que trabaja. Sin entrar en muchos detalles, necesita que la gente sepa que está ahí, que se encarga de velar por su seguridad, y que lo hace de acuerdo a la legalidad y bajo el control institucional. Se puede decir que quiere caer bien, que lo vean como un amigo que está ahí, que los cuida.
El “amor”, la relación un poco más estrecha, los servicios de inteligencia la buscan entre un público más seleccionado, los stakeholders, que se dice en la jerga. A ellos les da cierta información añadida, sin mostrarse al cien por cien como es, pero sí permitiendo cierta intimidad. A estos en muchos momentos los va a necesitar. El profesor Díaz pone como ejemplo lo sucedido hace pocos meses con Pegasus, el controvertido sistema de espionaje. Según indicó, tras unos pocos días la polémica no fue más allá, pese “a la particular credibilidad del presidente del Gobierno”, por la legitimidad que dieron los “expertos en inteligencia” consultados por los medios de comunicación, que explicaron que su utilización por el CNI tenía las suficientes garantías y que, en todo caso, “como todo, era mejorable”. La opinión también exculpatoria del Defensor del Pueblo terminó de exonerar al CNI. “El trabajo con los stakeholders está claro que sirve”, señaló Díaz.
Antonio Díaz concluyó su intervención explicando que el Centro Nacional de Inteligencia necesita el amor de los stakeholders y el cariño de la sociedad básicamente con tres objetivos. El primero, para rendir cuentas: quiere que la sociedad sepa que su trabajo garantiza la estabilidad del sistema democrático y su seguridad. El segundo, para cumplir mejor su función y tener a su disposición ciertos recursos, como los que le brindan los investigadores, analistas, empresas tecnológicas… Y el tercero, para que la sociedad, y los políticos, apoyen sus actividades y las políticas que las sustentan. La representante anónima del CNI que participa en el curso corroboró que desde 2003 el centro está comprometido con esta política de apertura, y que en los últimos años con la incorporación de gente más joven se han incrementado aún más los esfuerzos de transparencia. “Siempre sin olvidar que lo hace el CNI es, por definición, secreto”, concluyó el profesor Díaz.