Texto: Jaime Fernández, Fotografía: Jesús de Miguel – 5 jul 2024 12:53 CET
Es habitual que las personas oigamos música a diario, mientras estamos en casa haciendo tareas, cuando hacemos deporte o cuando conducimos, pero ¿cuántas veces escuchamos realmente música? José Sanchís, director de la Orquesta de la UCM, ha impartido una charla en la Casa de Cultura de San Lorenzo de El Escorial, dentro de las actividades extraordinarias de los Cursos de Verano de la UCM, donde ha explicado que escuchar de manera activa no es lo mismo que oír. Frente a un público entregado ha explicado que “el objetivo es ir quitando capas para descubrir todo lo que no es obvio en una composición musical”.
Lo obvio, lo que somos capaces de silbar, es la melodía, pero debajo de ella, de acuerdo con José Sanchís, hay miles de matices que enriquecen la escucha. Comenzó el director de orquesta proyectando un fragmento de la interpretación, por una gran orquesta, de la Sinfónía número 2 de Gustav Mahler.
Insistiendo, poco a poco, en la interpretación, Sanchís fue mostrando los diferentes instrumentos que hacen falta para tocar esa sinfonía, que es enorme, “es como un Titanic”. Explicó al público cómo está estratificado el escenario para colocar en el centro, más cerca del director de orquesta, a los instrumentos de cuerda, hasta llegar, al fondo, a “la caballería”, a los de percusión. Y más allá todavía, el coro.
De acuerdo con el conferenciante, cada uno tiene un papel asignado dentro de una orquesta, que siempre es el mismo, y el director tiene que coordinarles a todos con unos gestos que están llenos de significado musical.
Hizo el conferenciante que el público prestase atención al trémulo de los instrumentos de cuerda, ese movimiento rápido, “que es como la guitarra eléctrica de la música clásica, que da sensación de ansiedad y agitación”, que además se escucha, en ese final de la sinfonía, con el coro, que interpreta en otro ritmo diferente creando un enriquecedor contraste.
El público pudo aprender también en qué consiste el punto culminante, siguiendo tanto el sonido como los movimientos del director de orquesta, que es responsable, al igual que las anotaciones de la partitura, del diferente timbre de los instrumentos.
De Mahler pasó Sanchís a Mozart, que “era puro rock & roll, un vanguardista de su época”, del que se pudo escuchar un fragmento de su Sinfonía 40. Una obra con la que se aprendió el concepto pregunta respuesta entre los diferentes instrumentos y movimientos, así como que en las sinfonías suele haber cuatro movimientos y dos temas contrastados, marcados por la cadencia, “por el punto y aparte”. En esta obra de Mozart es muy fácil descubrir que “la música no es plana, sino que tiene diálogo interior”.
Quiso Sanchís que los asistentes se fueran con una lección aprendida, en concreto, la forma musical de un rondó, que tiene un tema principal, después un segundo tema, se repite el tema principal, llega un tercer tema y acaba con el principal de nuevo, formando una estructura ABACA. Para esto puso de ejemplo la conocida Obertura de la ópera Carmen, de Bizet.
Terminó su conferencin Sanchís proyectando, de regalo, un fragmento del Carmina Burana, y como en toda buena lección veraniega, no se olvidó de poner deberes a los asistentes: sacar tiempo para escuchar, que no oír, música, de cualquier tipo, “bueno, de cualquiera no”, prestando atención a su riqueza. Y si alguno cuenta con una hora y veinte minutos, que no deje de escuchar completa la segunda sinfonía de Mahler, porque seguro que lo disfrutará.