exto: Jaime Fernández, Fotografía: Jesús de Miguel – 27 jul 2023 21:16 CET
Más de 2.200 alumnos; casi 50 cursos; unos 800 ponentes; 23 actividades culturales con extraordinario éxito, con algunas con más de 1.000 asistentes como la ópera Klara; 87.000 visitas a la página web oficial; más de 7,6 millones de impresiones en redes sociales y 15.800 intervenciones, y con impactos en medios, según la empresa MyNews, valorados en 30 millones de euros. Estos han sido, de manera prosaica, las cifras que se derivan de esta XXXVI edición de los Cursos de Verano de la Universidad Complutense. Pero como han dejado claro el rector Joaquín Goyache, y el director de los Cursos, Miguel Ángel Casermeiro, son mucho más que cifras, son el lugar que “permite engarzar la actividad de un curso académico con el siguiente, en un espacio adecuado para que el debate se produzca de manera satisfactoria”.
Tanto Miguel Ángel Casermeiro como las coordinadoras Sara Torres, Elena Arriero y Lucía Monteoliva, han repasado algunos de los momentos relevantes de este y de los últimos cuatro veanos, desde que se celebró la edición marcada por la COVID-19, que se saldó con “cero contagiados y ningún brote”. Entre esos momentos se han señalado los ensayos del grupo de teatro inclusivo La Tramoya, la creciente colaboración con empresas farmacéuticas, la presencia del Premio Nobel Ben Feringa y la desaparición de la financiación por parte del Santander. En relación con esto último, el director de los Cursos ha reconocido que estamos “en un momento estratégico y hay que definir qué modelo de cursos veraniegos necesita la Universidad Complutense y a partir de ahí invertir para apostar por ellos”.
En la clausura también ha intervenido Nicolás Javier Casas, director general de Universidades de la Comunidad de Madrid, que tras asegurar que el gobierno de la comunidad autónoma trabajará de manera conjunta con la Universidad para encontrar un nuevo modelo de financiación, ha señalado que “los investigadores se deben a la sociedad y a la verdad, y la universidad no se debe solo a sus miembros, sino a la sociedad, es un auténtico servicio público”.
El rector Joaquín Goyache, quien fue director de los Cursos de Verano, ha recordado la sensación de vacío que queda tras las semanas de intenso trabajo que se lleva a cabo en San Lorenzo de El Escoiral para conseguir que sea “el centro de debate, que se integra cada vez más en la sociedad”. Tras señalar la valentía que ha tenido el actual equipo a la hora de realizar los Cursos de Verano desde “uno de los momentos más difíciles de la pandemia, tras salir del confinamiento”, ha coincido en que “empezamos una nueva etapa, y desde septiembre ya estaremos trabajando en la siguiente edición, que será un éxito porque estos Cursos son un referente en nuestro país”.
Promoción del bienestar
La conferencia de clausura ha corrido a cargo de Carmelo Vázquez, catedrático de Psicopatología de la UCM, quien reconoce que “este es un cierre ilusorio porque la universidad vive en un 24/7 sin apenas descanso en verano. La actividad se asemeja a una cinta de Moebius sin principio ni fin”.
Su charla centrada en la universidad y la buena vida incluye dos conceptos que “habrá quien piense que sean antitéticos, pero pensar sobre el bienestar no nos deja indiferente a ninguno de nosotros. En las elecciones generales leíamos que en las encuestas y sondeos siempre hay indecisos, lo que no ocurre cuando se pregunta sobre si la gente es feliz en su vida o no”.
Tras reconocer que es un lugar común citar a Ortega y Gasset cuando se reflexiona sobre lo que es la universidad y lo que debe ser, se refirió a una cita del filósofo que aseguraba que la tarea de la universidad es la docencia, la investigación y la cultura, dando especial importancia a la tarea de enseñar y ampliar la cultura científica y humanística de los universitarios como en estos cursos.
Para Carmelo Vázquez, ese es un concepto superado, porque ahora no sólo hay un énfasis en la actividad investigadora, que se hace “en condiciones de penuria económica”, sino que además la universidad está más comprometida con el cuidado integral y con el propósito de conseguir una vida mejor, con “programas de mentoría, incubadoras de empresas, la oficina del estudiante, la universidad de mayores, la unidad de diversidad e inclusión, nodos de igualdad en las facultades, el c arte c, un programa de voluntariado y cooperación, una editorial, servicios de orientación profesional, cursos de formación integral del profesorado, cursos de verano, cursos de invierno, cursos en Latinoamérica, y hasta una orquesta sinfónica. Todo esto convierte a nuestra institución en un lugar de promoción del bienestar, tanto individual como colectivo, mucho más allá de la visión de Ortega”.
Cree el conferenciante que ahora hay una “responsabilidad institucional de generar condiciones que propicien buenas vidas, para todos los que habitamos en la Universidad, tanto para los que están en tránsito como los que están aquí de manera permanente, tanto académicos como no académicos”.
Consideró que lo más probable es que cada uno de los presentes que estaban en la conferencia tuviesen una noción propia de lo que es vivir bien, pero hay una investigación científica que indica que “la buena vida requiere de unas buenas condiciones materiales dignas, también de un contexto de libertad y paz social, y además de dos componentes psicológicos claves y distintivos de la felicidad humana”. Por un lado, hay un componente hedónico, que tiene que ver con la presencia de emociones positivas y con la relativa ausencia de estados de tristeza, ansiedad, miedo o aburrimiento, y “aquí la universidad tiene un papel que cumplir, tiene que convertirse en un lugar donde se sienta que el tiempo fluye”. El segundo gran componente es el desarrollo de nuestras plenas capacidades.
Recomienda el catedrático que se haga escucha atenta hacia el personal, y en especial hacia los estudiantes, y “por eso hay que ser muy cuidadoso en el diseño de los planes de estudio para que consideren que su paso por la universidad es una etapa de crecimiento personal. Y además hay que recuperar el control de la atención, que ahora está en manos de grandes empresas”.
Otro de los retos de la universidad será el desvelamiento de la verdad científica, oponiéndose a la omnipresencia de la IA, utilizando para ello la palabra, el diálogo y la interacción presencial, teniendo un conocimiento más individualizado del alumnado. El aspecto relacional es crucial para la felicidad, de ahí que haya que fomentar la universidad de vínculos reales, que puede ayudar a acabar con la idea de la soledad de muchos jóvenes, y por eso, “la presencialidad es un modo de contribuir a tener mejores vidas”.
Opina Vázquez que hay motivos para el optimismo, porque hoy en día, los universitarios no sólo tienen mejores tasas de empleo, mejores salarios o más estabilidad laboral, sino que además tienen una mejor salud física y mental que personas con menor nivel educativo. “En España, los universitarios viven unos cuatro años más que quienes sólo tienen estudios primarios y tienen mayores niveles de participación política o un mayor respeto al medioambiente. Por eso hay que hacer todo lo posible para que a la universidad vaya el mayor número de jóvenes posible”, asevera el conferenciante.
Tras terminar su charla con dos citas de Jane Goodall y Luis Buñuel, concluyó que “dado que existen estos Cursos de Verano, y no hay que inventarlos, hay que cuidarlos y alimentarlos para que tengan una larga vida”.